La Creación De Adán (Valeria Padilla, N)


LA CREACIÓN DE ADÁN.



Datación:


Aunque algunos estudiosos alegan que es probable que acabase La creación de Adán en 1510 y otros en 1511, y tenemos noticias de que fue una de las últimas en terminarse, no sabemos con datos incontrovertibles en qué momento concreto acabó esta escena principal, por lo que se la data generalmente en el año en que se pudo ver todo el conjunto, 1512.


 

Pertenecía de la obra:


La creación de Adán es una de las pinturas al fresco de Miguel Ángel Buonarroti que decoran la bóveda de la Capilla Sixtina. La escena representa el origen del primer hombre, Adán. El fresco forma parte de una sección pictórica de nueve escenas basadas en el libro del Génesis del Antiguo Testamento.

Esta es una de las obras más representativas del espíritu del Renacimiento italiano, debido al modo de representar la creación del hombre. Destacan la imagen antropomorfa al Creador, la jerarquía y proximidad entre los personajes, el modo en que Dios aparece y el gesto de las manos de Dios y el hombre, muy revolucionario.

La escena tiene lugar después de que Dios ha creado la luz, el agua, el fuego, la tierra y los demás seres vivos. Dios se aproxima al hombre con toda su energía creadora, acompañado de una corte celestial.

Por esa energía creadora la escena está cargada de un intenso dinamismo, acentuado por las líneas ondulantes que atraviesan toda la composición y que imprimen un ritmo visual. Asimismo, gana un cierto sentido escultórico gracias al trabajo de volumen de los cuerpos.


Justificación estética:


El fresco de Miguel Ángel destaca por ser una vívida expresión del antropocentrismo renacentista. Ciertamente podemos ver una relación jerárquica entre ambos personajes, Dios y Adán, debido a la altura que eleva al Creador sobre su criatura.

Sin embargo, esta altura no es vertical. Se construye sobre una línea diagonal imaginaria. Esto permite a Miguel Ángel establecer una verdadera “semejanza” entre el Creador y su criatura; le permite representar en un sentido más claro la relación entre ambos.

La imagen de Adán parece un reflejo que se proyecta en el plano inferior. La mano del hombre no continúa la inclinación descendente de la diagonal que traza el brazo de Dios, sino que parece elevarse con discretas ondulaciones, logrando una sensación de proximidad.

La mano, símbolo fundamental del trabajo del artista plástico, se vuelve metáfora del principio creador, a partir de la cual se comunica el don de la vida, y se crea un reflejo oblicuo en una nueva dimensión de la obra creada. Dios ha hecho del hombre también un creador.

Dios, como el artista, se presenta frente a su obra, pero el dinamismo del manto que lo envuelve y los querubines que lo portan indican que pronto desaparecerá de escena para que su obra viva como fiel testimonio de su presencia trascendente. Dios es un artista y el hombre, a semejanza de su Creador, también lo es.

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