Sainte Chapelle (SOFÍA DE LA ALMUDENA GONZÁLEZ MORA, M)

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1.Datación

   Todo empezó hacia 1237 cuando Luis IX de Francia, conocido por su devoción y ascetismo, recibió  una carta del último emperador latino de Constantinopla, Balduino II,, el cual le ofrecía comprar la corona de espinas de Cristo. El monarca decidió comprarla junto con otras reliquias de la pasión, como parte de la cruz, el hierro de la lanza o la esponja. Mandó edificar una capilla digna de las reliquias y que además sirviese como capilla real, así fue como en el año 1242 comenzó su construcción.


   Se cree que el encargado de realizar el proyecto fue Pierre de Montreuil, que lo edificó en un plazo de solo 7 años, terminándola en el 1248. Este edificio es una obra maestra del gótico radiante, se encuentra señalando el apogeo de este arte, en la Isla de la Cité. Se superponen en ella dos capillas, la inferior para la gente común que se construyó por su utilidad funcional y arquitectónica que permitió aliviar al máximo la construcción de la capilla alta y soportar todo el peso de la misma, y la capilla superior para la corte del rey, como era costumbre en las construcciones de los palacios reales de la Edad Media


   El carácter único de esta capilla la ha convertido en una obra admirada sin reservas durante cientos de años, conservando el derecho a ser designada con su nombre francés en todas las lenguas. Fue muy dañada por un incendio en 1630, y privada de sus reliquias durante la Revolución Francesa, en el siglo XIX fue objeto de una restauración extraordinaria. Y aunque la Sainte-Chapelle que hoy contemplamos procede en buena medida de aquella centuria, el monumento conserva con extraordinaria fidelidad el espléndido aspecto que tuvo en su origen. Recibió el titulo a monumento histórico en 1862 y fue nombrado Patrimonio de la Humanidad en 1991.


2. Pertenencia de la obra

   Nos encontramos ante un movimiento artístico de la Edad Media, concretamente el arte gótico, es la denominación historio-gráfica del estilo artístico que se desarrolló en Europa Occidental.


   El arte gótico propiamente dicho coincide en el tiempo con la plenitud y la crisis de la Edad Media. El resurgimiento de las ciudades, donde se desarrollaron la burguesía y las universidades, y con la aparición de nuevas ordenes religiosas. También se acentuaron los conflictos y la disidencia, culminando en los pavorosos espectáculos de la peste negra y la guerra de los Cien Años.


   Podemos profundizar incluso más, viendo como dentro de las corrientes góticas la Sainte Chapelle pertenece al gótico radiante, acuñada específicamente para la arquitectura gótica francesa del período comprendido entre 1240 y 1350 Se caracteriza por un cambio de orientación a partir de la utilización de la gran escala y del racionalismo espacial del alto gótico hacia una mayor preocupación por las superficies y la repetición de los motivos decorativos a diferentes escalas. Los edificios tienden también a ganar en altura y verticalidad y se busca un efecto de ligereza y riqueza.


   Podemos observar este estilo con todo su esplendor en la Sainte Chapelle gracias a sus 1113 escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento plasmadas en 15 vidrieras de 15 metros de altura, cuentan la historia del mundo hasta la llegada de las reliquias a París. La capilla se concibió como un gran joyero destinado a contener las reliquias, y por ello se inspira en las obras de orfebrería que servían habitualmente de relicario, hechas en metales nobles y decoradas con piedras y esmaltes coloristas.


   Nos encontramos en la Edad Media, época donde la religión tiene una gran importancia. Se busca enseñar al espectador la grandeza de Dios junto a la importancia y poder de la iglesia, y esto se logra con las grandes alturas que alcanza la Sainte Chapelle y las espléndidas vidrieras que tienen función didáctica. La vidriera gótica supone la culminación de una larga tradición teológica sobre la mística de la luz: la declaración de Cristo en la Biblia, «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8, 12).Las bóvedas de crucería canalizan el peso de la cubierta hacia los pilares laterales, con lo que las paredes, que no sustentan el techo, son suprimidas y reemplazadas por los ventanales. La única superficie mural continua es la bóveda, que parece flotar ingrávida, ignorando las leyes de la materia, mientras que nervios y pilares –sobre los que se disponen las estatuas de los apóstoles– se adelgazan hasta el límite para ceder todo el protagonismo a la luz. De este modo, la capilla se convierte en una urna de vidrio, en un santuario etéreo que custodia la corona de espinas y las otras reliquias de la Pasión.


3. Justificación Teórica

   La búsqueda de lo divino con esta obra nos lleva a contemplarla con cierto halo mágico, no es un simple edificio que busque la utilidad arquitectónica, sino que va más allá, buscando la expresión de emociones y sentimientos por parte del espectador quien se rendirá a la grandeza de la obra. El arte no se quedará solo como una presencia física sino que buscará transmitir la imagen mental del artista al espectador. El artista se valdrá de su majestuosa obra arquitectónica para transmitir su particular imagen mental.


   Como ya hemos mencionado anteriormente, el autor busca impresionar al espectador. Estamos en la Edad Media donde las catedrales se construyen para mostrar la grandeza de Dios y se llenan de obras cuyo objetivo es transmitir conocimientos sobre la historia sagrada. El autor busca darle a la obra una potencia expresiva, y cuanto mejor sea la obra mejor será su capacidad de transmitir emociones, sensaciones o sentimientos al espectador. Nos muestran su gran valor estético la perfección de sus formas, sus volúmenes y su perfecta construcción, ademas de su belleza arquitectónica y su riqueza ornamental.


   El dominio de la técnica constructiva permitió horadar el muro hasta límites desconocidos en la época, logrando reducir la estructura a un simple esqueleto cubierto por grandes vanos en los que se disponen las vidrieras. La luz, como símbolo de Dios, se convierte en la gran protagonista del espacio interior, adonde llega transformada por los vitrales de ricos colores, creando una atmósfera de elevación e ingravidez poderosamente espiritual. Gracias a su audacia y al sabio uso de la técnica, el arquitecto logró dotar al edificio de un aspecto desmaterializado que evocaba la Jerusalén celeste. Para los pensadores góticos, la luz es el más noble de todos los fenómenos naturales, un elemento a la vez material e inmaterial. Por todo ello, la luz de la iglesia gótica comporta un simbolismo divino: la vidriera permite que el espacio arquitectónico quede mágicamente coloreado, y con ello transporta a los fieles desde el mundo terrenal hasta una dimensión espiritual y ultraterrena.

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