Frontal de Avià (María Sevilla, P)
1. - Datación:
La obra, llamada Frontal de Avià, es de autor anónimo.
Data de finales del siglo XII o comienzos del XIII, encuadrándose en la última
etapa del románico, con influencias góticas. Se trata de una pintura al temple,
con toques de barnices y estuco sobre tabla de madera de álamo. Sus dimensiones
son 105 x 175 cm y, actualmente, se encuentra en el Museo Nacional de Arte de
Cataluña (Barcelona).
La tabla procede del altar de la Iglesia de Santa
María de Avià (Barcelona). El frontal consta de cinco espacios, separados
por unos marcos realizados mediante una cinta de estuco.
En la calle central, se representa a la Virgen, en el
interior de un arco trilobulado, con el Niño Jesús en su regazo, apareciendo en
las enjutas dos ángeles. La Virgen sentada y rígida, viste túnicas de colores
rojo y azul, con decoración de elementos florales. Estos colores se repiten en
el resto de las escenas en las que aparece. Al Niño se le representa de
lado y en actitud de bendecir.
A la izquierda, se nos presentan: en la zona superior
y bajo arcos de medio punto, separados por una pequeña columna: la Anunciación
y la Visitación, con el abrazo entre María y su prima Isabel; en la inferior se
observa a los tres Reyes Magos, reconocibles por sus inscripciones, que portan
en alto las ofrendas que van a realizar y que se representan como un hombre
mayor (Melchor); maduro (Baltasar) y joven (Gaspar).
En la calle lateral de nuestra derecha, arriba, el
Nacimiento de Jesús y abajo, la Presentación de Jesús en el Templo, en la que
aparece Simeón devolviendo a Jesús a su madre, que extiende sus brazos; a su
derecha la sacerdotisa Ana. El personaje de la izquierda no se ha identificado.
2. - Adecuación de la obra al estilo artístico:
En el románico, son frecuentes las pinturas sobre
tabla, realizadas para ser colocadas en los frentes de los altares, como la que
analizamos, que se encontraba en el altar de la Iglesia de Santa María de
Avià, cumpliendo con la ley de adaptación al marco, según la cual la
pintura se adaptaba al espacio que la arquitectura le había dejado. Otras
características románicas apreciadas en la obra son:
· El hieratismo (rigidez
y falta de expresividad) y la frontalidad (los personajes miran al
frente, no pintan el perfil). Se aprecia en todas las figuras de la tabla,
inexpresivas y mirando al frente y, en especial, en el abrazo de la Virgen a su
prima Isabel, quien debería mostrarse de perfil.
· Rigor geométrico: todas
las escenas quedan encuadradas en marcos o esquemas que responden a formas
geométricas sencillas. Todas las escenas de la obra están enmarcadas en
cuadrados y la central, en un rectángulo.
· Gran importancia de la
línea: todas las figuras se encuentran limitadas por una fina
línea negra.
· No hay perspectiva ni
volumen: todas las figuras de la tabla son planas. Solamente
encontramos la llamada perspectiva jerárquica, que en la obra se aprecia con la
figura más importante y de mayor tamaño en el centro (la Virgen).
· Las figuras están sobre
un fondo de un solo color: negro o rojo.
· Colores puros, sin gradación, o
colores planos, que no permiten el efecto de luz
ni de volumen. Entre otros, distinguimos: la importancia del azul, del rojo, de
los dorados y el verde oliva. Para dar cierta sensación
de volumen, en todas las caras aparecen
rosetones.
· Desproporción: se
resalta el tamaño de los personajes principales. El tamaño de la Virgen y del
Niño es muy superior al del resto de los personajes y, además, el del Niño es
desproporcionado con respecto a la madre, para resaltar su importancia.
· Pies colgantes (Niño
Jesús) y atención centrada en ojos (redondos
y con mirada fija) y manos,
que en todas las figuras del cuadro son iguales.
· Dentro de los temas más
representados en el Románico, se encuentra: la Virgen en el interior de una
mandorla (en la tabla se ha sustituido por un arco trilobulado), con el Niño
Jesús en su regazo, en actitud de bendecir, para evidenciar que se trata del
Mesías. Este es el tema de la parte central de la tabla.
Sin embargo, al pertenecer a la Baja Edad Media, en la
obra aparecen rasgos de cierta humanidad, que anticipan el gótico y que se
alejan del hieratismo típico del románico, como el abrazo de María e Isabel,
los gestos del arcángel Gabriel y la extensión de los brazos de María
para recoger a su hijo en la Presentación en el Templo; así como la
expresión de cierto movimiento en los Reyes Magos y, en la imagen central, en
la que, frente a una Virgen rígida, el Niño parece moverse presentándose de
lado y con un gesto para bendecir mientras que las manos de María, en el
corazón de su hijo, demuestran una actitud más humana.
He elegido esta tabla porque en ella se aprecian todas
las características de la pintura románica y de las cualidades que en la Baja
Edad Media tenía que reunir una obra para considerarse bella y, además cumple
con la finalidad que se pretendía con la pintura en esa época: enseñar al
pueblo y difundir el cristianismo, ya que muestra con claridad distintos
episodios de la vida de la Virgen y que Jesús era el Mesías anunciado en las
Escrituras.
3. - Justificación teórica:
La pintura de la Edad Media tiene una finalidad
didáctica y aleccionadora, no tanto ornamental. La mayoría del pueblo no sabía
leer, por lo que el templo románico enseñaba, mediante imágenes, los misterios
de la fe y un contenido que ayudase a sobrellevar la dura vida feudal, con la
esperanza en una salvación eterna. Esto se lograra, unas veces, con un mensaje
apocalíptico, terrorífico, desagradable; pero otras, con un mensaje bello y
esperanzador.
Por tanto, la estética medieval era una estética
religiosa y la belleza estaba al servicio de la revelación, es decir, tenía
como finalidad difundir las verdades cristianas y, para poder cumplir esta
finalidad y despertar ese sentimiento religioso en quien veía las obras, debía
reunir las siguientes cualidades objetivas:
· Integridad
y perfección: en la Edad Media, los objetos rotos,
deteriorados o incompletos no poseían belleza. Por ello, las pinturas aparecen
perfectamente acabadas, las escenas no se mezclan ni los colores se difuminan
y, para recalcar este rasgo, las figuras aparecen rodeadas con una línea negra.
En la tabla, las cinco escenas aparecen en marcos cerrados sin comunicación
entre ellas y todas las figuras rodeadas por dicha línea negra.
· Orden: el mundo, para el cristianismo, responde a un orden lógico, preestablecido
por Dios, en el que el azar no interviene, lo que se aprecia en la tabla
en la que la distribución de las escenas sigue un orden cronológico.
· Proporción
y armonía: se refiere a la relación entre las
partes del objeto entre sí y entre el conjunto de ellas y el observador. En la
pintura se aprecia que, salvo la Virgen y el Niño, todas la escenas son del
mismo tamaño y dentro de estas, todas las figuras, rompiéndose esta proporción,
a propósito, para resaltar la importancia dentro del conjunto de la Virgen y el
Niño y, entre ellos, del Niño sobre su Madre, pues su tamaño resulta demasiado
grande en relación a ella.
· Luminosidad
o claridad: esta cualidad hace referencia a la
luz como símbolo de la divinidad. En la estética medieval, lo iluminado es
bello porque, en ello, resplandece la luz divina. Se logra el resplandor con el
color púrpura, que se utiliza, por ejemplo, en las aureolas, las cuales indican
que estamos en presencia de personajes marcados por lo divino o la santidad. En
la tabla, llevan aureolas el Niño, La Virgen (escena del Nacimiento), los
Ángeles, San José y, aunque en la parte central, la Virgen no lleva aureola,
todo el fondo de esa escena está pintado de púrpura, lo mismo que su asiento en
la escena del Nacimiento o la vestimenta del arcángel Gabriel (Anunciación),
pretendiéndose en esas imágenes resaltar esa divinidad y, además, para recalcar
el carácter sagrado de toda la obra, el marco de la tabla también está pintado
de púrpura.
En la pintura, la luz está muy relacionada con el color y se consigue con
el contraste de colores entre los fondos y los personajes. En la Edad Media,
cada color tenía un significado, que el pueblo conocía y este código cromático
ha dejado huella en la significación de la liturgia.
· Atracción: los colores no se utilizaban arbitrariamente así el blanco, el rojo,
el verde y el azul eran colores benéficos, que despertaban alegría, mientras
que, el amarillo y el violeta se identificaban con lo negativo, el duelo y la
penitencia.
El rojo, en la mística cristiana es el color del amor divino, en la tabla
el rojo aparece en el fondo de la escena de la Anunciación, en el manto del
Niño, en el traje de la Virgen…; el verde es símbolo de la esperanza y por ello
aparece en el traje del Niño; el azul, es el color más importante en la Edad
Media debido a que su obtención era muy costosa al lograrse machacando
lapislázuli, por ello se reservaba a los personajes más relevantes y se le
atribuía virtudes como la calma, la paz, la obediencia. El manto de la Virgen,
el traje de San José y parte de la vestimenta de los Reyes Magos son azules.
El amarillo, era el color de los judíos a los que en la Edad Media se les
obligaba a llevar un rodete de este color cosido a su ropa y un gorro
puntiagudo de color azafrán, por ello, el traje de Jesús lleva amarillo aunque
el color predominante sea verde y el manto de la presentación de Jesús en el
Templo en la que aparece Simeón devolviendo a Jesús a su madre, también es
amarillo.
· Amor y bondad: a
la belleza, entendida como un correcto ordenamiento de las partes, al final de
la Baja Edad Media, se la intenta humanizar para transmitir la bondad y el amor
que impregnan la religión. Así, las manos de María en el corazón de su hijo
(parte central), el abrazo de María a su prima o la extensión emotiva de los
brazos de María para recoger a su Jesús en la Presentación en el Templo,
son ejemplos de este incipiente humanismo.
Excelente.
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